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Recorrido

Salón Piranesi

Recinto en el que se presentan volúmenes con grabados al aguafuerte de reproducciones e interpretaciones de antiguos monumentos romanos, esculturas y ornamentos del destacado artista italiano Giovanni Battista Piranesi (1720-1778).

El 6 de junio del 2006 se inauguró en este salón la muestra Piranesi, con los grabados al aguafuerte del célebre artista italiano Giovanni Battista Piranesi (1720-1778), pertenecientes a la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia y parte del acervo bibliográfico que sobre el mismo grabador posee la Facultad de Ingeniería. Ante la riqueza de este último patrimonio, se instaló el salón en el que se continuarán exhibiendo los espléndidos libros magistralmente ilustrados por el grabador, mismos que forman parte del Fondo Reservado de la Biblioteca del Palacio de Minería.

El 1° de febrero del 2007 se concreta esta acción al inaugurarse de manera permanente, el Salón Piranesi

Giovanni Battista Piranesi. Aguafuertes

El Palacio de Minería, dependiente de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México, conserva en sus espléndidos acervos una amplia colección de aguafuertes de Giovanni Battista Piranesi. De los muchos volúmenes existentes con los grabados del genial artista: arquitecto, dibujante, grabador y escenógrafo, se han seleccionado en esta ocasión algunos, cuyas láminas son demostradoras de las vertientes, entrecruces y preciosismo del variado quehacer de quien fuera llamado “El poeta de las sombras”.

Piranesi nace en 1720 en Mogliano de Mestre, Italia. Su formación artística la realiza primero en Venecia, dentro del ámbito familiar, con su padre, cantero de profesión y sus estudios de arquitectura al lado de Mateo Lucchesi, hermano de su madre y arquitecto mayor del “Magistrado de aguas” de aquella ciudad. El arquitecto Giovanni Antonio Scalfarotto, reconocido por sus trabajos como restaurador de edificios históricos, le conduce por el dibujo arquitectónico y el aprecio hacia las obras y enseñanzas de Andrea Palladio, el exponente más connotado del “clasicismo moderno”; con el aguafortista Carlo Zucchi, mejora sus conocimientos y habilidad en el dibujo en perspectiva aplicado a la escenografía.

Piranesi viaja a Roma en 1740; la ciudad le impresiona muy vivamente. Ahí transcurre su primera estancia bajo la protección del embajador de Venecia ante el papado; refuerza su aprecio por las escenografías, al lado de los hermanos Domenico y Giuseppe Valeriani, pintores de ruinas y reconocidos por sus decorados. Trabaja como aprendiz con el mejor grabador de Roma, Giuseppe Vasi, quien le inculca una dibujística más libre y fuerte en los contrastes.

Su interés en la descripción gráfica de la Ciudad Eterna lo centró mayormente en aprehender con gran realismo tanta grandeza arquitectónica, en estos aguafuertes captura irregularidades debidas a perspectivas congeladoras de dimensiones, “sublimes”, adjetivo de aquella época. Láminas en las que la fuerza y minuciosidad del dibujo no dejan escapar los detalles constructivos y las texturas de las vetustas piedras. Si el “drama y la poesía” definen el quehacer de Piranesi, en este último concepto se inscriben incuestionablemente las vistas de Roma, en las que resplandece el orden de la antigüedad, al lado de las diferencias y aproximaciones renacentistas, barrocas y neoclásicas. Su estancia concluye en 1743; pocos meses después de su regreso a Venecia, viaja a Nápoles, tal vez bajo el acicate de visitar las excavaciones de Herculano, sitio que le impactó enormemente y le encaminó a divulgar las manifestaciones del arte de la Antigüedad clásica.

Realizó viajes entre Venecia, Roma y Nápoles, estos cambios de ambiente le enteraron de las novedades; conoce la obra al aguafuerte de Giovanni Battista Tiépolo, pero sobre todo le emocionan fuertemente los primeros grabados de Canaletto, las llamadas Vedute.

Más allá del frío retrato urbano, Piranesi en sus panoramas, presenta a las varias arquitecturas vivas, pobladas por la animación de carruajes, caballos y peatones, figuras que, vestidas a la usanza de su momento, se antojan dotadas de asombrosa personalidad en su transitar por escalinatas, colocarse en los pórticos y ser parte del primer plano de la composición, mientras el edificio o edificios ocupan el lugar protagónico, el centro de la vista. La agitación se prolonga en los contrastes luminosos, en las posturas escultóricas que adoptan a veces ciertos viandantes. Vitalidad de los conjuntos obtenida mediante los juegos de luces y sombras que matizan las fachadas.

En un lapso breve, de 1745 a 1764, edita la magnífica serie: Carceri d’Invenzione, su creación más célebre, en la cual ejemplifica cabalmente lo que se conoce como su arquitectura visionaria; impresionante corpus no sólo en lo plástico, sino igualmente en lo emocional, por el cual la crítica lo definiría como un “original dentro de los originales”. El virtuosismo que caracteriza al grueso de esta producción, es llevado en sus Carceri a un mayor nivel de genialidad. Sus prisiones no evocan recintos carcelarios conocidos, son como él lo subraya, invenciones; estructuras de desmedido tamaño desplegadas bajo una luz difusa dramáticamente graduada, cuyas extrañas y siniestras refracciones provienen del cambiante grosor de las líneas y las distintas densidades que éstas evocan.

En el pensamiento dieciochesco en torno al arte y la belleza, se acomodan otras producciones de Piranesi, por ejemplo la interpretación de las antigüedades clásicas y las vistas de los edificios romanos; imposible citar aquí toda su obra –varios miles de grabados al aguafuerte-, inscrita en numerosísimas series o publicaciones, entre otras: Vistas de la Roma Antigua, Antigüedades romanas, Vistas de Pestum, etcétera. En fin, la selección subjetiva de los volúmenes aquí presentados, es ejemplo de esa “majestad del sereno reposo” con los indicios de un mundo magnífico, que enlaza la perfección de la naturaleza a ciertas nociones universales de lo bello.

Elisa García Barragán
Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM

 

 
 
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