Restauración

Aplicación de los criterios establecidos sobre restauración


Los trabajos de restauración se iniciaron con la determinación de los elementos que concurrían al proceso de degradación del edificio. Las graves fallas del estado de la cimentación, que desde muy temprana edad provocaron situaciones críticas, fueron la causa primordial de tal degradación. Al cabo de los años, los sucesivos movimientos del edificio lo habían hecho perder importantes aspectos en sus componentes y, por ende, sus valores arquitectónicos, fundamentalmente basados en el sentido de la proporción y el trazo armónico, se alteraron por los continuos rellenos y hundimientos y, en ciertos, casos por la inadecuada utilización que se dio al edificio, que fue fragmentando sus espacios.

En la fachada principal era notoria la desaparición de la basa de la columnata central y particularmente de la de la portada poniente. Al retirar las banquetas construidas con posterioridad, reintegrando el nivel de desplante al rebajar no menos de ochenta centímetros. Se rescataron estas bases acomodándolas al aspecto general del edificio. En el costado que da al callejón de la Condesa, los daños sufridos eran ciertamente más graves. Los hundimientos, evidenciados por la impresionante catenaria que todavía presenta el edificio, habían ocultado por abajo del nivel del piso, en los diferentes estratos y pavimentos, algunos elementos importantes de la composición e incluso vanos y molturaciones.

La liberación del terreno que cubría parcialmente la fachada se vio restringida por la disponibilidad del terreno que fijó el Instituto de Ingeniería, así como por limitaciones en la captación de las aguas pluviales que recoge la calle. Por estos motivos, no se logró, como se deseaba, tener como punto clave de referencia el desplante del propio edificio. Sin embargo, los resultados son muy satisfactorios y el aspecto que hoy tiene esta parte del monumento es particularmente hermoso.

En el ángulo suroeste, el piso del patio central había sufrido graves hundimientos y las columnas habían perdido por entero sus basas. Al realizar las excavaciones se encontró que estos elementos se elevaban cerca de noventa centímetros sobre el nivel del piso original -como se puede apreciar en algunas de las fotografías-. Dado que las excavaciones que se hicieran para liberar las basas de las columnas podrían producir comportamientos inestables del terreno, sólo se profundizó en las calas y en los planteamientos de alguna solución, en tanto que en los corredores superiores y en la estructura general del edificio se construían las losas de concreto que vendrían a sustituir elementos horizontales por elementos de liga y que permitirían con posterioridad un proceso de excavación durante el cual la superestructura se comportaría convenientemente.

En esta etapa fue espectacular el encuentro de los arranques de la escalera y el descubrimiento de una rama más de ésta que desciende hacia la parte sur del edificio. El sentido de la composición de este elemento, quizá el más connotado y más señalado del Palacio de Minería, vino así a enriquecerse y a ofrecer otros puntos de vista que de inmediato permitieron encontrar nuevas relaciones de composición que al ser advertidas, hacen admirar aún más esta bellísima escalera.

No fueron, sin embargo, pocos los problemas que en la solución del proyecto se presentaron. Se puede suponer que la razón de los cambios se originó por una muy temprana falta de la cimentación que obligó, desde los inicios o durante el proceso de construcción del edificio, a alterar ciertas disposiciones.

Por ello, los elementos que se pusieron a la vista no siempre correspondían lógicamente a la composición arquitectónica. La solución que se dio para tener acceso a la escalera ha querido dejar claramente señalado que se ha manejado una hipótesis obligada por las circunstancias, sin que pueda asegurarse que corresponda definitivamente a una solución integral. Quizá esta solución nunca pudo realizarse, porque se procedió como resultado de una situación imperativa, al momento de la falla y tal vez durante el proceso de la construcción. Existen planos que indican claramente dos rampas para dar acceso al descanso de la escalera, una hacia el oriente y otra hacia el poniente. El descanso queda en un nivel que no encuentra correspondencia con la molturación de las basas de la misma serie de pilastras, lo que sin duda podrá seguir siendo -y qué bueno que así lo sea- un tema más de estudio del edificio.

La liberación de la rampa que se descubrió al centro de la escalera y que desciende hacia la parte posterior del edificio consiguió, como es claro, problemas de estructuración para retirar en toda el área posterior volúmenes considerables de relleno.

Las proporciones, que obviamente eran extrañas y desconcertantes, se explicaron como puede verse en la fotografía que ilustra el proceso de excavación de esta escalera. Ahora bien, como en todos estos casos, lo más desconcertante parece ser cómo no se había intuido la existencia de este elemento.

Fue curioso comprobar que la parte enterrada del edificio se encontraba en magníficas condiciones en todas sus molduraciones, lo que dio además, un rico testimonio formal sobre los orígenes del edificio.

Gracias a las indicaciones que en lo relacionado a los niveles originales de la fábrica dio esta rampa, se recuperaron las proporciones de las bóvedas de la antigua fundición, en la medida que permitieron las limitaciones impuestas por el nivel de aguas freáticas para evitar comportamientos inadecuados del terreno.

La restitución de los aplanados en estas bóvedas, que configuran uno de los ejemplos más singulares de este periodo de la arquitectura de México y son harto originales en la solución de sus aristas a partir del octágono de la linternilla, fue hecha para subrayar las características esenciales de la composición.

La restauración del patio suroeste, quizá una de las zonas más alteradas por el uso del edificio en los últimos cincuenta años, permitió conocer la composición arquitectónica que se había perdido por las adiciones posteriores: hoy se aprecia claramente que el patio correspondía a un espacio armónicamente conjugado con el concepto general de la planta del edificio Los restos de una fuente, que parecía excéntrica en relación al espacio actual. fueron restituidos con la idea de señalar el centro del antiguo patio que correspondía a la composición de Tolsá. El patio sureste. que fue el área dedicada a la fundición del Real Colegio de Minas. también se encontraba muy alterado en sus elementos formales, pero la liberación de muros en los tímpanos de sus arcadas fue relativamente sencilla y el resultado particularmente espectacular: la restitución que con todo cuidado se señaló como tal, ligó los elementos de la misma manera en que habían sido concebidos.

Los aspectos generales del proceso de la restauración del edificio que adelante se describen pueden considerarse simplemente desde el punto de vista de las características normativas de su proceso. dado que esto puede ser de utilidad en otros trabajos similares que se emprendan.

Si se observa el proceso. es decir toda la acción de operaciones en la obra quedará claro que el criterio que fundamentalmente se aplicó en todos los trabajos partía de una intención. por así decirlo, de asepsia. Después de ser identificados se iban liberando paulatinamente los elementos que se habían agregado al edificio: muros extraños. puertas. armarios. ventanas. etcétera. y la obra misma iba propiciando el que se revelaran las características esenciales de su arquitectura y orientando la solución de manera harto segura. Se quiere decir con esto que en ningún momento se partió de soluciones preconcebidas que tuvieran por objeto simplemente la realización formal. lo cual permitió después ajustarse a los criterios estrictos sobre la restauración y definir con claridad hasta dónde podían manejarse las hipótesis y aventurarse en las soluciones, pero sobre todo. facilitó la determinación de los elementos que deberían ser identificados y realizados como propios de nuestro tiempo.

Las cornisas y los elementos formales que enriquecen y son distintivos de la singular arquitectura de Tolsá habían sufrido daños acumulados en muchos años. Su tratamiento demandó cuidados especiales: se optó por intervenir lo menos posible en ellos, limitándose a la eliminación de hongos. líquenes, excrementos de aves y a lo que podía considerarse como una limpieza general. Posteriormente se procedió a la inyección y sellado de las juntas y a la aplicación de un tratamiento químico de endurecedores que fijaran las partículas libres de cal de la propia constitución de la arenisca.

Los elementos, que fue imperativo sustituir, se redujeron a casos en que su condición de degradación era extrema y que por ende podían significar cierto peligro como florones, tazones o balaustradas cuyas gargantas habían perdido ya toda resistencia y estaban expuestas a caerse, problema para el cual las técnicas mundiales de restauración aún no tienen solución. El estado conocido como enfermedad de la piedra, en que se ha alterado toda la composición química de la cantera, no puede revertirse.

Sin lugar a duda, entre las labores más importantes deben destacarse los trabajos de consolidación y restauración de la antigua biblioteca, cuyo local se destinó durante algún tiempo al laboratorio de ensaye de materiales; los de la Antigua Capilla, con las singulares pinturas de Ximeno y Planes; y los del Salón de Actos, que fue sede del Congreso Nacional a raíz del incendio de la Cámara de Diputados.

A pesar del uso a que había sido sometida, la estantería de la biblioteca se mantenía en magnífico estado y fue posible identificar sus faltantes. Para el tratamiento de las maderas se contó con el auxilio de los expertos de la Secretaría de Agricultura y Ganadería y del Departamento de Monumentos Coloniales y de la República. Las pinturas del techo conservaron todavía elementos suficientes para su consolidación y restitución, y el manejo de la solución no implicó mayor problema. Aun cuando esta decoración es posterior a la obra de Tolsá configura indiscutiblemente en su solución, junto con la de la Biblioteca Palafoxiana de Puebla, uno de los ejemplos más completos del programa arquitectónico del siglo XIX.

La restauración de las pinturas de Ximeno y Planes en la capilla sí presentó serios problemas.

Por razón del mal estado en que se encontraba su cubierta exterior, en ciertas zonas los elementos estructurales del techo quedaban ya a la vista, la humedad había llegado hasta la capa pictórica -como puede verse en las ilustraciones de esta memoria- provocando el desprendimiento de importantes capas de pintura y la proliferación de hongos, líquenes, ampollas y fracturas. Los grandes paneles de las escenas guadalupanas eran los que habían sufrido más por la acción de los elementos orgánicos. Evidentemente, el problema medular que originaba todos estos daños era la presencia y alteración continua del ambiente y por ello los esfuerzos y los recursos se orientaron con la mayor objetividad y pragmatismo a evitar los cambios atmosféricos y las alteraciones de la humedad en el recinto.

La vieja estructura de madera que soporta la cubierta exterior de láminas de asbesto y el techo, fue reforzada tiempo atrás con vigas de hierro de alma abierta lográndose una satisfactoria estabilización de la carga gravitacional. Clavado a esta estructura se encuentra un emparrillado de largueros de madera que a su vez soporta una trama de cordones de ixtle que desempeña la función que actualmente se resuelve con un metal desplegado. El yeso de la decoración, con un espesor de seis a ocho centímetros. está sujeto a esta estructura vegetal.

En estas condiciones, para cerrar totalmente el ambiente y lograr el aislamiento necesario se construyó una cubierta complementaria de concreto, con armadura propia. Pronto se observó que disminuyeron los movimientos y que las eflorescencias venían a menos, pero el daño causado no había sido poco y su reparación requirió considerables esfuerzos. El proceso que desarrolló y que explica el maestro Manuel Gaytán -a quien, junto con su grupo de ayudantes. se debe el éxito del trabajo- consistió en la eliminación de todos los organismos vivos; en la consolidación del soporte de la pintura que se encontraba fracturado, adhiriendo de nuevo las partes despegadas a las tiras de cordón de ixtle o del propio emparrillado de madera y posteriormente en un cuidadoso proceso de reintegración de las partes faltantes de las pinturas. con un claro señalamiento que permite leer el mensaje pictórico y distinguir al investigador acucioso la restitución de las capas perdidas. La paciencia y cuidado con que se efectuó este trabajo es, sin duda, una de las acciones meritorias de la restauración del edificio.

Por otra parte, para descargar las bóvedas ya fracturadas por el exceso de carga, se levantó el piso de la capilla y para soportar el nuevo se colocó una armadura de perfiles de acero. Finalmente, la ornamentación de vegetales, florones, ovos, dentículos y molduras fue tratada con un minucioso procedimiento que nos habla del cariño, entusiasmo y dedicación que prodigaron los operarios que lo realizaron.

Para la restauración de esta capilla y del salón de actos fue necesario localizar artesanos especializados en algunos oficios que cada día son menos frecuentes en nuestro país. Afortunadamente, entre otros obreros igualmente capacitados, se encontraron yeseros tan hábiles que, con la admiración de los profesionales y técnicos que participaron en las obras, lograron hacer lo que ya se suponía definitivamente irrealizable.

Es muy grande la riqueza agregada a la restauración por el concurso de estos humildes artesanos. quienes fueron un factor determinante del éxito alcanzado. Hay que reconocer su esfuerzo y lo que hoy debe México a los anónimos trabajadores que dirigió el arquitecto Rafael Esponda, infortunadamente desaparecido cuando estaba a punto de dar fin a la obra en la que puso todo su cariño y gran sentido de responsabilidad profesional.