Manuel Tolsá

El entorno cultural próximo a Tolsá


La España de la segunda mitad del siglo XVIII es todavía un imperio, y sus relaciones con el resto de Europa son importantes. Reina en ella la familia de los Borbones, lo que le confiere estrecha liga con Francia, dado el parentesco con los reyes franceses, y con Nápoles, reino que hasta 1713 había sido de la corona española y que por acuerdos internacionales era gobernado por un miembro de la misma familia. Carlos III (1716-1788) que había sido precisamente monarca de Nápoles hasta 1759, año en que pasa a España, es pues un rey ligado grandemente a la cultura italiana, sin dejar de estarlo con la francesa.

De ahí que las corrientes artísticas extranjeras en la España de esa época provienen fundamentalmente de Italia a través de Nápoles y en menor grado de Francia, aunque son de consideración por el bien ganado prestigio francés del savoir faire. Por otra parte, el carácter macizo del español y su grandioso pasado artístico siguen vigentes en ese siglo. Está aún presente su etapa barroca, y al advenimiento de las nuevas ideas clásicas resucita su tradición herreriana, siempre actuante desde el siglo XVI. Las nuevas corrientes del neoclasicismo provenientes de ambos países, van a ser plasmadas por medio de las Academias fundadas por Fernando VI en España.

Por costumbre tradicional, la enseñanza de las artes era impartida en los talleres de los propios artistas; ellos aleccionaban, daban los lineamientos generales e inclusive hacían participar a los aprendices en la ejecución de las obras. Con la creación de las Academias en España, la enseñanza artística sufrió alteraciones en dos sentidos: sus miembros y estudiantes se apartaron de la espontánea influencia de la artesanía popular y fueron víctimas de las dictaduras artísticas de sus directores, quienes imponían sus gustos personales o los que dimanaban de la autoridad regia, a la que estaban sujetos.

Es por este segundo motivo que se introduce el neoclasicismo en España, y en particular donde estudió Tolsá: la Academia de Valencia. En ella va a estar inmerso en la nueva corriente clasicista, con los escritos de Winckelmann y Vitruvio ya traducidos y en contacto con su profesor Don José Puchol, renombrado escultor, que además poseía vastos conocimientos de arquitectura. El correcto dibujo anatómico, la composición realista, los temas mitológicos o históricos eran las coordenadas de la enseñanza académica. Seguramente contempló la erección de la hoy Aduana de Valencia del arquitecto Gilabert, que se edificaba según las normas clásicas sin abandonar el sabor español. Hay que hacer notar que el popular barroco español no se había extinguido fuera de las Academias y que la imaginería, altares y pinturas que se ejecutaban entonces en esa región, respondían ai temperamento dinámico del español levantino. Se estaba pues entre dos corrientes de expresión: el popular barroco y el academismo clásico.

Al pasar a la Academia de San Fernando en Madrid, Tolsá entra en contacto con ese mismo academismo aprendido en Valencia y con la influencia francesa de los artistas traídos de ese país, el "grupo de La Granja", que trabajaban para el monarca. A esto se añade en el campo escultórico la proliferación de estatuas destinadas al nuevo Paseo del Prado, ejecutadas por diferentes escultores con formas clásicas y temas mitológicos (Neptuno, Apolo, Cibeles, etc. ). De particular importancia para su futura actuación como arquitecto en Nueva España debe haber sido su contacto visual con obras recientemente terminadas, tales como el Palacio Real de Madrid, de los arquitectos italianos, Juvara y Sachetti. y las -quizá en ejecución- del arquitecto español Juan de Villanueva: el Museo del Prado y la Casita del Principe en El Escorial. todas ellas de corte clásico pero radicalmente distintas en cuanto a su gramática y escala. lo que viene a demostrar la libertad de composición del artista aunque se sujete a las normas clásicas. Seguramente reconoció en el Monasterio de El Escorial la forma genial de una arquitectura maciza y personal con toques escultóricos de alta claridad.

Es significativo que el mismo año en que Tolsá llega a la Nueva España se termine la Capilla de El Pocito en el Tepeyac, obra cumbre y quizá final del barroco mexicano popular. Desde no mucho tiempo antes (1737-1791) estaban presentes los retablos de Los Reyes, en Tepotzotlán y de Santa Prisca. en Taxco, y sólo hacía veintitrés años que se había terminado el Sagrario Metropolitano. Los acentos de una arquitectura ultrabarroca aunada a la escultura, al colorido de los materiales ya un concepto espacial y volumétrico complejo, son la herencia de un pasado lleno de riqueza artística. Estas obras representaban la expresión nativa del país que iba a ser el lugar donde va a trabajar Tolsá.

Pero a la vez, el medio cultural estaba representado por la Academia de San Carlos de la Nueva España, a la que venía como director de escultura. Va a hallar en ella una ideología semejante a la que privaba en las de Madrid y Valencia. Hacía seis años que se había fundado aquélla y poseía el acervo de libros que había mandado Carlos III: "Basta ver los temas de los libros de arquitectura para damos cuenta de que estaba definida la tendencia de la escuela: tratado de Vitruvio y Viñola ...: otras obras sobre órdenes clásicos, Herculano, Pompeya, la Antigüedad Romana de Piranesi, la Columna de Antonino, las antigüedades de Palmira, etc.". (Katzman: Arquitectura del siglo XIX en México).

A este acervo escrito va a añadir el propio Tolsá las reproducciones en yeso de escultura romana y renacentista que él personalmente trae de España. Los profesores enviados para todas las disciplinas artísticas que se imparten en la Academia (pintura. grabado, arquitectura. etc. ) son también de ideología e ideales clasicistas. Inclusive, fuera del ámbito de la Academia, la obra en ejecución de la Catedral -las torres y el tambor de la cúpula de Damián de Ortiz de Castro-, acusaban una tendencia clasicista aunque con gran sabor barroco, sobre todo en las gigantescas campanas pétreas de la torre. En el aspecto filosófico y literario, las traducciones latinas y el uso del francés como vehículo de la filosofía de la Ilustración eran costumbres ya establecidas en la Nueva España. Todo este ámbito cultural, fundamentalmente de exportación europea, y la ya débil corriente artística popular nacional van a rodear a Tolsá desde su llegada a esta metrópoli. En el balance de ambas tendencias: lo nacional y lo europeo, y definitivamente en su función escolar.

Los nuevos estilos son pontífices tiranos, sobre todo en sus inicios. Seguramente que no sólo influyó en Tolsá el barroco popular que tuvo que palpar en México. sino que expresamente no tomó de él nada en sus obras. La suficiencia de un arte superior hacía despreciable el barroco. Bastantes ejemplos hay en la historia, para no escandalizarse de ello; sucedió en el Renacimiento, en relación con el Gótico, arte bárbaro y aconteció casi en nuestros días, con el modernismo que despreció todo estilo del pasado.

Lo importante no es, pues, hacer concesiones al pasado, sino demostrar mediante obras de gran calidad, que un nuevo estilo tiene suficiente fuerza expresiva acorde con su época para crear nuevas formas y un nuevo lenguaje. Tal es el caso de las obras de Don Manuel Tolsá.