Descripción arquitectónica

Vicisitudes de la construcción


Desde 1771 se habían efectuado algunos trámites ante la corte española con el propósito de formar nuevas ordenanzas para la minería neohispana. El 26 de septiembre de 1774, el virrey informó a la corte que los mineros pretendían, además de constituirse en cuerpo formal, establecer un banco de avíos y crear un colegio de metalurgia, "...para prácticos que construyesen máquinas y ejecutasen otras operaciones de la facultad..." La Real Cédula fechada el 1º de junio de 1776 ordenó el establecimiento del Cuerpo de Minería; el 4 de mayo del año siguiente se fundó dicho Cuerpo; se determinaron, así mismo, los empleos y las personas encargadas de llevar los asuntos del Tribunal. Fueron los iniciadores de la idea, Juan Lucas de Lassaga y Joaquín Velázquez de León, los encargados de redactar las nuevas ordenanzas. Presentaron su proposición ante el Tribunal el 21 de marzo de 1778; en el título 14 se refirieron a la "erección de un Seminario para la educación y la cultura de la juventud destinada a las Minas y el adelantamiento de la industria en ellas".

Sin esperar la autorización del rey, el Tribunal decidió fundar el Colegio y, para tal efecto, arrendaron una casa de vecindad, contigua al Hospicio de San Nicolás, de magnífica arquitectura barroca, que se encuentra en la calle de Guatemala y a la que en la actualidad le corresponde el número 84, según el descubrimiento que de ello hizo el ingeniero M. F. Álvarez a principios de este siglo. La casa arrendada permaneció sin usarse hasta el año 1792, cuando se iniciaron los cursos del Real Seminario de Minas, el día 7 de enero.

En la Real Cédula, dada en Aranjuez el 22 de mayo de 1783, se habían aprobado las Ordenanzas, y fue nombrado el Director General de Minería por el rey, en 1786. El cargo recayó en la persona de un profesor de mineralogía, Fausto de Elhúyar, quien llegó a Veracruz el 4 de septiembre de 1788. En cuanto llegó a México comenzó a trabajar sobre el plan de estudios para la enseñanza de la tecnología minera, presentó sus ideas al Tribunal el día 12 de enero de 1790 y fueron aprobadas diez días después. Un año transcurriría para que el virrey diera cuenta a la corte, obteniéndose la aprobación por Real Orden hasta el 5 de febrero de 1793. Hacía ya un año que se impartían los cursos en la casa del Hospicio de San Nicolás.

A poco tiempo de iniciados los cursos, de Elhúyar manifestó al Tribunal que la casa arrendada para el efecto presentaba grandes inconvenientes. El 14 de septiembre de 1791 fue comisionado para que arreglara la compra de unas casas en la calle de Santa Teresa. Las gestiones fracasaron y el 13 de noviembre consultó la posibilidad de adquirir unas casas que se hallaban frente al Hospital San Andrés. La escritura de venta fue firmada el 14 de marzo de 1793 y el día 21 entró el Tribunal en posesión de dichas casas. El 22 de julio el Tribunal ordenó que el señor de Elhúyar, de acuerdo con el Teniente Coronel de Ingenieros, Miguel Costanzó, se ocupara de hacer los preparativos para iniciar la construcción del Colegio. Es probable que tal tarea haya consistido en el desalojo de los inquilinos y el inicio de la demolición de las construcciones que ocupaban el solar adquirido por el Tribunal.

Los años siguientes, sin embargo, fueron empleados en diversas gestiones, con la idea de instalar el Colegio en algún edificio ya construido. El Tribunal intentó alojarlo en el de San Pedro y San Pablo, o en la casa del ex mariscal de Castilla.

El origen de estas vacilaciones con respecto a la construcción se encuentra en la consideración del elevado costo que habría de tener la obra proyectada. Fracasadas todas las diligencias, se decidió y se ordenó el comienzo de los trabajos en el solar adquirido para el efecto. Manuel Tolsá fue requerido y presentó un proyecto el 16 de marzo de 1797. Los planos contenían la idea de un edificio de dos pisos y el costo de su edificación fue presupuestado en 217,617 pesos 3 reales. El voto aprobatorio de la Junta de Consultores del Tribunal fue unánime y se acordó el inmediato inicio de la obra. Tolsá sería el director de ella, con 2,000 pesos anuales de honorarios. La administración correría por cuenta del maestro de dibujo Esteban González, al que se le pagarían anualidades de 1,200 pesos.

El 22 de marzo de 1797 comenzaron las obras. ¿Consistieron los primeros pasos en el trazo sobre el terreno y la excavación para los cimientos? ¿Se habría terminado ya la demolición de las casas que ocupaban el solar? Esto último se infiere de las indecisiones del Tribunal, posteriores a la orden dada a Costanzó en 1793. Refuerza esta suposición el que el 2 de junio del mismo año de 1797, ese organismo haya ordenado la elaboración de nuevos planos, pues consideraron necesario añadir un entresuelo y alquilar las accesorias que ocuparían parte de él. El día 27 de junio Tolsá y González presentaron los nuevos planos, cada quien por su parte. El Tribunal aprobó los que había formado Tolsá. El 25 de noviembre se dio la orden de suspender las obras, quizá por consecuencia de los ajustes financieros demandados por el costo del proyecto definitivo.

El 6 de mayo de 1799, por fin, se reanudó la obra del Colegio. Ya no habría interrupciones hasta su conclusión. En 1806 ya debía estar concluida la obra negra, pues el día 22 de diciembre el Tribunal dispuso que se pagaran a Antonio Caamaño, como saldo de obra, 26,196 pesos y 4 reales, a condición de que al colocar los bronces en la capilla del Colegio, los entregara sin manchar.

El 28 de marzo de 1811, por acuerdo tomado el día 20 anterior, se hizo una visita al nuevo edificio para constatar si ya podrían trasladarse los alumnos, lo cual se hizo en el mismo año. Todavía faltaba terminar algunas partes y, por ello, se recomendó que se trabajara con empeño hasta habilitar las accesorias y viviendas aún no terminadas, a fin de que pudieran alquilarse, como ya lo estaban algunas, y así incrementar los fondos con las rentas. Con el edificio ya ocupado y en funciones, los trabajos para terminarlo continuaron hasta el 3 de abril de 1813, fecha en que se hizo la última anotación en el libro de la obra. El costo de la construcción, hasta entonces, ascendía a la cantidad de 904,973 pesos y 7 reales.

Sería interesante conocer en cuánto presupuestó el arquitecto su segundo proyecto; si éste fue modificado de alguna manera por deseos del Tribunal de Minería y cómo se afectaron las erogaciones; si Tolsá tuvo errores y en qué porcentaje con respecto a las partidas calculadas inicialmente. Con ello obtendríamos una información invaluable para la mayor comprensión de los problemas profesionales a que se enfrentaron los arquitectos del pasado. Quizá sean conocimientos que quedarán ignorados para siempre, a menos que en algún archivo aparezcan documentos que orienten al respecto.