Movimientos artísticos

Neoclásico: La cultura artística en la segunda mitad del siglo XVIII


1. El nuevo estilo

Influencia de la Ilustración

Un estilo es una forma peculiar de vida, y como la vida ha sido entendida de manera distinta en cada etapa de la historia y en cada región de la tierra, se manifiesta de manera diferente.

A la expresión artística de ese modo peculiar de vida se le ha llamado estilo artístico de una determinada época histórica. Por ello, para poder conocer, apreciar y sentir un estilo, es indispensable situarse en el tiempo en que se gestó y creció. El estilo artístico predominante durante los últimos años del siglo XVIII y buena parte del XIX no escapa a esta condición, ya que en cierta forma ha sido despreciado por la incomprensión de su origen y desarrollo. El neoclásico o historicismo clásico, como se le ha bautizado, responde a una unidad cultural muy estrecha entre los conceptos científicos y la vida social, económica y cultural del siglo en que nació.

Se conoce como la Ilustración al movimiento filosófico imperante durante todo el siglo XVIII como una posición que pretende resolver todos los problemas naturales y sociales por medio de la razón y la experimentación. Esta actitud se alentaba por un concepto optimista de las relaciones humanas, de la posibilidad del conocimiento puesto al alcance del hombre, y estuvo ligada tanto al campo social como al de la ciencia.

En efecto, en el campo de la cosmología, las leyes de gravitación universal de Newton (1643-1727) que explican el movimiento del cosmos, responden a una simple ley motora que establece una armonía y un equilibrio que escapaba antes ante la aparente complejidad del movimiento de los cuerpos celestes.

"Entonces se empezó a mirar a Dios como primer motor que en cierto modo contemplaba el proceso del cosmos; pues el mundo, una vez puesto en curso, se movía armónicamente. Se empezaron a buscar leyes armónicas en todas partes y se creía encontrarlas en todos los campos. De este modo, la economía que había sido levantada por el Estado, pero también agarrotada, fue considerada como una presunta economía armónica".

De una manera semejante y coincidente, en campos totalmente distintos como la política de las naciones y quizá como un anhelo acariciado de paz, Inglaterra surgió como rectora de una política de estabilidad, que propugna ese equilibrio entre las potencias europeas maniobrando hábilmente las alianzas de tal manera de hacer contrapeso a las potencias continentales que pudieran provocar la alteración de la paz. Este equilibrio -finalmente no alcanzado- daba la esperanza de respirar en un clima de tranquilidad que alejaría los temores de la guerra.

En este mismo sentido, los enciclopedistas (Rousseau, Diderot, etc.) que propugnan la hermandad universal, formulan la teoría del equilibrio entre el altruismo y el egoísmo de la persona humana. Serían ellos los que alentaran la libertad del pensamiento y la igualdad política como un medio para lograr -utópicamente- la felicidad de la sociedad.

Es por tanto concluyente observar que en los diversos campos de la cultura y de las relaciones humanas, se llega por diferentes disciplinas a la concepción de la armonía y del equilibrio como principios comunes a todas ellas.

En este clima cultural de una visión armónica y equilibrada del hombre, de los fenómenos de la naturaleza, de la calma religiosa y de sus relaciones sociales, no cabía ya la expresión dinámica, tumultuosa a veces, del barroco y del rococó imperantes en siglos anteriores. El lenguaje formal del barroco, nacido de una visión de la contrarreforma religiosa, de la tensión de las guerras de religión y de una monarquía absoluta y superficial, no podía seguir siendo la expresión de una época nueva, que aspiraba a respirar una atmósfera racional y tranquila.

Sobre este medio cultural, y debido en parte a sus ideales ya la curiosidad intelectual en la búsqueda de valores históricos, van a "incidir" acontecimientos y descubrimientos que son semilla apropiada para germinar en tan propicio y fértil terreno.

Antecedentes del Neoclásico

1° Se inician las excavaciones en Herculano y Pompeya (ciudades sepultadas por cenizas en el siglo primero d.C.) y con ello se inicia la disciplina de la arqueología y se tienen noticias objetivas del arte romano, precisamente del siglo que vivió Vitruvio, el primer tratadista de arquitectura, y se conocen en vivo las pinturas y mosaicos romanos.

2° Aparece por primera vez, con los libros de Winckelmann (1764), lo que hoy llamamos "la crítica de arte", es decir, una apreciación comparativa de las expresiones artísicas de la antigüedad grecorromana. Paralelamente aparecen los escritos de Stuart y Revett sobre las "antigüedades de Atenas" y otros de este tipo de los hermanos Adam, Dumont, Soufflot, etc.

3° Es de particular importancia la obra monumental de grabados del arquitecto Piranesi (1769), obra que no sólo muestra las excelencias del arte clásico y renacentista sino que ensaya composiciones grandiosas con elementos clásicos.

4° Un nuevo concepto de la "Historia" como evolución de los fenómenos humanos, confiere otra perspectiva del desarrollo histórico. La fundación, por Blondel, de la cátedra de historia de la arquitectura plantea por primera vez el estudio analítico de los estilos, particularmente los de los tiempos clásicos.

5° La fundación de las Academias de Arte, de las que se hablará más adelante.

Estas aportaciones de información, que se vierten en Europa en la segunda mitad del siglo XVIII, provocan un verdadero entusiasmo entre los artistas de la época por todo lo que sea el mundo greco-romano y suscriben a ciegas la frase de Winckelmann sobre el arte clásico: "Noble sencillez y callada grandeza."

La finalidad de exponer tanto el clima social de la época como los acontecimientos que inciden en ella, es con el objeto de valorizar el neoclásico como un estilo con raíces fuertemente adheridas y conforme a su época. Un estilo se fija si su medio o lenguaje formal satisface las tendencias y anhelos de su época. Si no se reúnen dichas condiciones, lo más que podrá acontecer es el florecimiento de una moda temporal que pronto desaparece. No es éste el caso del neoclasicismo que se mantuvo en el escenario cultural por más de un siglo.

Las Reformas Borbónicas y su influencia en el Arte de la Nueva España

La ascensión de la Casa de Borbón al trono de España a principios del siglo XVIII, marca para la metrópoli y sus colonias un cambio en las estructuras económicas y sociales, que las afectó prácticamente en todos sus niveles.

Muchas de las nuevas tendencias en la política económica liberal desarrolladas por la naciente burguesía europea, por ejemplo, la del libre comercio, fueron adoptadas por las monarquías absolutistas para su beneficio y dieron las pautas para una reorganización administrativa que sacudió el orden establecido hasta entonces. En España, los Borbones cambiaron sustancialmente el régimen de sus antecesores, los monarcas de la Casa de Habsburgo.

La centralización del poder en la persona del rey, a través de un nuevo aparato burocrático, llevaba implícito un debilitamiento de la Iglesia, que en épocas anteriores había sido el principal instrumento del Estado en la administración y control político de la Nueva España, acumulando por ello una gran cantidad de recursos económicos. En la esfera ideológica, esta política tuvo su apoyo en el racionalismo y empirismo científico ilustrado, que tendían a desplazar al pensamiento teológico sustentado por la fe, proporcionando las bases para una práctica eficiente que fuera económicamente más redituable.

Es la creación de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, (aprobada por el rey en 1783, y oficialmente inaugurada en 1785), la que marca específicamente las reformas borbónicas en el terreno artístico,...institución oficial para la enseñanza y control de la producción tanto artística como artesanal, obedeciendo a necesidades planteadas por la economía liberal, que encontraba en la organización de los gremios demasiados obstáculos para desarrollar el libre comercio.

Fundación de la Academia de San Carlos en la Nueva España

En 1778 llegó de España don Jerónimo Antonio Gil, nombrado por el Rey Carlos III como Tallador Mayor de la Real Casa de Moneda, con el encargo, además, de fundar una escuela de grabado en hueco, destinada a preparar el personal que dicha Casa requería. Esta se encontraba en el edificio que hoy ocupa el Museo de las Culturas, en la calle de Moneda.

No es de extrañar que una escuela así, dirigida con la capacidad sobresaliente de don Jerónimo Antonio, tuviera una entusiasta respuesta y que una multitud de alumnos solicitara ingresar, así como que los aceptados hicieran rápidos progresos, produciendo plena satisfacción a su director, quien por ello concibió la idea de ensanchar su horizonte y fundar una Academia al estilo de las que funcionaban en Europa.

Comunicó su proyecto al superintendente de la Casa de Moneda don Fernando Mangino, a quien al principio no entusiasmó la idea; pero la insistencia de Gil terminó por convencerlo y, al hacerla suya, la llevó a la consideración de don Martín de Mayorga, virrey en turno.

Sería imposible pormenorizar aquí las dificultades que hubo que vencer y las gestiones realizadas para que el virrey elevara la propuesta al Rey Carlos III y para que éste diera, al fin, su aprobación. La Academia abrió sus puertas el 4 de noviembre de 1781, día del santo del monarca y en honor del cual se llamó Academia de las Tres Nobles Artes de San Carlos, pintura, escultura y arquitectura.

Su sede siguió siendo la misma de la Casa de Moneda. Su primer director fue, como era justo, don Jerónimo Antonio Gil, hombre iluminado, quien concibió la idea de su creación y en su realización no omitió esfuerzo alguno.

Para su funcionamiento se nombró una Junta que atendiera todo lo necesario la que fue integrada por notables, en la que figuraban el propio virrey Mayorga, el superintendente Mangino, el regidor decano del Ayuntamiento, el prior del consulado, el cónsul más antiguo, el director y el administrador del Tribunal de Minería, los marqueses de Ciria y de San Miguel de Aguayo y el propio director don Jerónimo Antonio Gil.

El Rey la dotó de una renta de 12 mil quinientos pesos anuales y se contó también con las aportaciones anuales siguientes: Real Tribunal de Minería 5 mil pesos, Tribunal del Consulado 3 mil pesos, Ayuntamiento de la Ciudad mil pesos, Ayuntamiento de Veracruz doscientos pesos y el de Querétaro cien pesos, Villa de San Miguel el Grande cincuenta y las de Orizaba y Córdoba, quince cada una. Todo lo cual sumaba 9 mil trescientos ochenta pesos, lo que, con la renta del Rey, resultaba suficiente para su subsistencia.

Gil solicitó que se enviaran de España profesores capaces para impartir las clases, así como el instrumental necesario. Se decidió asimismo nombrar un director para cada una de las especialidades de pintura, escultura y arquitectura. Carlos III estuvo pendiente de los informes que le enviaba el virrey y como éstos eran satisfactorios, decidió expedir la Cédula Real por la que el 18 de noviembre de 1784 quedaba oficialmente erigida con el nombre de Real Academia de San Carlos de la Nueva España, se recomendaba el envío de los profesores solicitados, se ordenaba que se le aumentara la renta y se le otorgaran los estatutos que la rigieran. La real orden fue difundida por el virrey Matías de Gálvez el 1o de julio de 1785.

En ese mismo año llegó de España el primer profesor de arquitectura don Miguel Constanso, quien era, además de arquitecto, ingeniero militar, y realizó importantes obras, entre ellas la Ciudadela, de estilo sobrio, elegante y al mismo tiempo apta para servir como fortaleza militar.

La planta de profesores fue integrándose con los que enviaba la Academia de San Fernando. Como directores de pintura llegaron Cosme de Acuña y Troncoso y Ginés de Andrés y Aguirre, de escultura José Arias, de arquitectura Antonio González Velázquez y de grabado en lámina Joaquín Fabregat. Algunos de este grupo sufrieron penalidades: Arias padeció de locura y murió poco después, González Velázquez solicitó regresar a España, Cosme de Acuña no pudo adaptarse y hasta amenazó con suicidarse. Todos ellos se quejaban del trato que les daba Gil y de que los obligaba a trabajar en exceso. Al parecer todo eran intrigas contra don Jerónimo Antonio, originadas por la supuesta humillación de los profesores hispanos al ver que a Gil -a pesar de su origen italiano- se le hubiese preferido para el puesto de director general.

La Academia empleó a otros profesores que ya ten ían cierto renombre, como José Alcíbar, Francisco Clapera, Santiago Sandoval y otros. Para sustituir a Acuña y Arias se hizo venir de España al pintor Rafael Ximeno y Planes y al escultor Manuel Tolsá, como directores de sus respectivas especialidades.

Influencia de las Academias

Debe entenderse la fundación de la Academia dentro del amplio impulso institucional y organizativo que caracterizó el movimiento de la Ilustración en la segunda mitad del siglo XVIII. Destaca en particular la importancia concedida al establecimiento de organismos educativos que, "Desterrando la ignorancia", impulsaran el desarrollo de los conocimientos científicos y utilitarios.

En lo propiamente artístico, la Academia promovió la sustitución del estilo barroco por el neoclásico, de moda en Europa y que se prestaba singularmente para encarnar el carácter racional y práctico, a la vez que erudito, del espíritu ilustrado.

En el pensamiento ilustrado del mundo hispánico y novohispano la práctica de las artes estaba ligada a la convicción de que era necesario estimular la industria y elevar la calidad de la producción artesanal para que pudiera competir con la de otros países europeos, conforme a las normas imperantes del "buen gusto."

Decir buen gusto en la segunda mitad del siglo XVIII, significaba decir estilo neoclásico, otra vez, el triunfo de la simplicidad sobre la complejidad, de la austeridad sobre la exuberancia, la supremacía de la recta frente a la profusión de la curva, el señorío de la razón sobre el ilusionismo y la emoción.

Así, pues, en lo estilístico la fundación de la Academia anunció el principio del fin del arte barroco, y su sustitución por el neoclasicismo. Para ello, la Academia tomó a su cargo no sólo la formación de los futuros artistas, sino también el control y la vigilancia de los ya practicantes, en un intento de obligarlos a acatar las nuevas normas estéticas.

Por lo que atañe a la educación de los estudiantes, se implantó el currículo habitual en los establecimientos europeos, con una especial insistencia en la práctica del dibujo, al que se consideraba base fundamental de todas las artes. Se sometía, pues, al alumno a una graduada ejercitación de ojos y mano, confrontándolo primero con estampas y dibujos, que debía aprender a reproducir con fidelidad para poder pasar a la copia de estatuas ( por lo común, vaciados en yeso de obras clásicas, en gran parte enviadas por Manuel Tolsá). Finalmente se le ponía a dibujar el modelo vivo; (el cual de acuerdo con los estatutos se hacía utilizando solamente modelos masculinos), cuando llegaba a esta etapa ya tenía conformados la mirada y el gusto conforme a los lineamientos clasicistas. Posteriormente, el alumno seguía estudiando las materias propias del ramo artístico que había elegido, alternando las asignaturas prácticas con las teóricas.

Esta rigurosa organización de la enseñanza contrastaba con la tradición gremial que hasta entonces imperaba en la formación de los artistas novohispanos, y en el propio sistema de producción artística. Uno de los propósitos capitales de la institución de la Academia fue precisamente el de sustraer esta producción de manos de los gremios. Se juzgaba al sistema gremial ( con su cerrada red de regulaciones que afectaba tanto a la calidad como a la cantidad de las manufacturas) un obstáculo a la política reformista adoptada por la monarquía española.

El Neoclásico, reformas en el arte

El movimiento de la ilustración encendió la luz del raciocinio. La mentalidad racional, lógica y equilibrada de esta corriente, encontró en este clima cultural de una visión armónica y equilibrada del hombre a finales del siglo XVIII y principios del XIX su expresión plástica en un lenguaje artístico, el del Neoclásico, que en el nombre lleva el significado de su espíritu: la renovación del arte clásico, el cual responde a una unidad cultural muy estrecha entre los conceptos científicos y la vida social, económica y cultural.

En el arte de la Ilustración cambiaron tanto los temas como las formas, la sencillez, la claridad y la fuerza de sus líneas se apegaban a los principios de la era de la razón.

Después de la extraordinaria proliferación de la arquitectura durante los tres siglos coloniales, tiene lugar en México un cambio radical en la manera de entender el arte y la arquitectura. Tanto las casas habitación como los hospitales, desde los monumentos conmemorativos hasta los cementerios, pasando por objetos cotidianos como mobiliario, vestidos y libros, todo cambia en forma y contenido.

Evocando al mundo grecorromano y al Renacimiento, esta corriente volvió a los orígenes del arte occidental para contraponer su meditada elegancia y sobriedad al caprichoso y exuberante adorno del Barroco.

Las composiciones simétricas y equilibradas sustituyeron a las movidas y violentas formas de la época anterior. El arte en todas su manifestaciones se tornó más sobrio, cambió sus violentos claroscuros y líneas curvas por una luz clara de distribución homogénea y por líneas predominantemente rectas.

"En el campo de la arquitectura, la adopción del neoclasicismo supuso cambios sustanciales con relación al barroco, por ejemplo: una sustentación geométrica fácilmente discernible en el diseño del edificio, su estructuración en cuerpos deslindados, una sobria ornamentación a la que no se permitía invadir ni ocultar los elementos sustentantes y sustentados, los cuales aparecen articulados en ritmos simples y claros. Todo ello se prestaba singularmente para objetivar el carácter racional y práctico, a la vez que erudito, del espíritu ilustrado." Se cambió la columna estípite por las columnas clásicas: dórica, jónica o corintia y se abandono del tezontle rojo y la chiluca gris por la cantera.

La escala majestuosa y las grandes dimensiones continuaron como un símbolo del prestigio y poder real pero se cambiaron los espejos, los cristales y la madera dorada por el mármol blanco, el bronce y la madera natural; así como la rica policromía y los tonos pastel se abandonaron por tonos más sobrios.